domingo, 6 de mayo de 2007

Talle 6

Cambiador que ya no resiste la ecuación - de 3 años = + de 20 kg

Ya me parecía que lo de Newton y la manzana debía ser un mito.
En su lugar, yo habría inventado un nuevo insulto y no una ley universal.

El otro día del jardín me mandaron una nota angustiante: tenía que enviar más pañales para Ramiro, pero éstos debían ser, por favor, más grandes porque los actuales le aprietan. Ramiro usa pañales XXL; no existe más grande que XXL. Y no culpo a los fabricantes: los nenes de menos de 3 años, la edad usual para llevar pañales, no usan talle 6 de ropa. Ya lo dije en una columna anterior: Ramiro es un meganiño.
Cuando lo habitual es que una le regale la ropa que ya no entra a alguien que tiene un hijo más chiquito, yo regalo prendas con muy poco uso -al poco tiempo ya le queda el ombligo al aire- a niños de más edad.
Todo el mundo considera una ventaja el hecho de que Ramiro, evidentemente, va a ser muy alto. Que va a ser basquetbolista de la NBA o voleibolista en Italia, que no se va a acomplejar ante las chicas, en fin, todas ventajas de cara a un futuro lejano, ninguna que me ayude hoy en día a lidiar con el hecho de que, o bien la mitad de las piernas le quedan afuera del cambiador, o le cuelga la cabeza del otro lado. El cambiador, por su parte, ruega que ya no le depositen más encima a un mastodonte de 20 kilos.
Entre tantas ocupaciones, a los padres a veces se nos pasa el detalle de que un pantaloncito que ayer le quedaba bárbaro hoy le va 4 cm por arriba del tobillo, pero para qué están las abuelas sino para hacérnoslo notar. Mi mamá eligió un sistema práctico y elegante: cada tanto me comenta que, por ejemplo, cuando lo dejo a dormir en su casa no hace falta que le mande pijama porque ya le compró "uno que le va bien holgado, no sabés lo cómodo que duerme".
Apuesto a que Newton entre todas sus leyes tiene alguna que establece que es físicamente imposible renovar en tiempo y forma el vestuario de un niño que crece con la velocidad que lo hace Ramiro. Se lo voy a preguntar a Carmelo, mi profesor de Física de la facultad, un sujeto que se parece más a Pappo que a un científico atildado de anteojitos y guardapolvo. El profesor Carmelo sabe explicar física valiéndose de chistes y comentarios como que -simplificando un poco la clase que nos dio sobre circulación sanguínea- su cabellera símil cantante de Aerosmith se la debe a que todos los días se pone un rato cabeza abajo como los budistas. No sé si me cierra el argumento porque los budistas suelen ser más bien calvitos. En otra ocasión sugirió que su relación con la policía no se ha dado siempre en los mejores términos, y en las clases sobre comportamiento de fluidos dejó entrever que Malbec, Cabernet o aguarrás, le da lo mismo. Mi conclusión es que la Física salvó al profesor Carmelo de terminar internado como Maradona o Britney Spears.
Volviendo a Ramiro, siempre me pareció una ironía que lo que a futuro promete ser una gran ventaja para desenvolverse en la vida, de chiquito resulte un verdadero hándicap: Ramiro, que caminó a los 10 meses, recién empezó a articular alguna que otra palabra completa alrededor del año y medio; antes de eso no eran más que monosílabos. Pero la gente, que lo veía con un tamaño y una motricidad de al menos 4 años, insistía en preguntarle cómo se llamaba, de qué cuadro era, dónde paraba el 71 y si tenía alguna opinión sobre las políticas del actual gobierno en torno al calentamiento global. Yo solía intervenir rápidamente para comentar que, ja ja, no es que sea tontito, tiene menos de dos años y no sabe hablar.
Cuando Ramiro tenía apenas poco más de un año, un cajero de supermercado un tanto bocón me preguntó, mientras escudriñaba su tamaño y pasaba por el lector de barras el paquete de pañales, si no iba siendo hora ya de que le ofreciera la pelela. Lo tomé como una ofensa personal y comencé a evitar pasar por su caja cada vez que hacía las compras. Hasta que un día no tuve otra opción. Esa vez me informó, a cuento de nada, que había estado en Santiago del Estero compitiendo en un concurso imitadores de silbidos de pájaros, y que le había ido muy bien. Días más tarde me vio vestida con ropa deportiva y me invitó a unirme a un grupo de aerobistas que aparentemente se juntan no sé qué días cerca de la estación de subte Castro Barros. Entonces comprendí que, a lo mejor, algunas opiniones no deberían ser tomadas tan en serio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gabisss =)

Me encanta tu blog
siempre paso (A)

Yo tengo amigas q siempre buscan chicos altos, así q qdate trankila =) Jajaja

T dejo mi flog: www.fotolog.com/just__songs

Besotes!
Y saludotes!



Soli M.

Anónimo dijo...

Gabi: Me encanta tu mirada sobre la maternidad.

Gracias por poner mi blog en tus links

Dani Hacker