domingo, 13 de mayo de 2007

Por la no violencia

La pacifista perrita Lassie

Abro el pañal de mi hijo y pienso: caramba, creo
que encontré las armas químicas de Saddam Hussein.

Si Ramiro no fuera físicamente idéntico a su papá, más de una vez se me ocurriría pensar que me lo cambiaron en la clínica. Pero ya me lo dijo el doctor Gustavo: los chicos traen cosas propias, desde la cuna.

En mi entorno más próximo soy conocida por, entre otras obsesiones, mi activismo antibélico. Como además soy una ferviente partidaria del "pinta tu aldea y pintarás el mundo", empiezo por casa. Desde antes que naciera Ramiro, en nuestro hogar estuvieron drásticamente prohibidas las armas, y no hablo de las verdaderas, que directamente me parecen un disparate, sino de las de juguete. Por mí, que Ramiro dispare con la manito, que use los cucharones como espadas, pero nadie podrá decirme que yo alenté su lado violento desde chico, o que desarrolló familliaridad con las armas a instancias de su mamá.

No todo el mundo alrededor mío comparte mis ideas; con mi amiga Mirta hemos tenido varios encontronazos por esta cuestión, que hemos superado reemplazando el tema de conversación por intercambios sobre voley, reacciones químicas, casamientos y algunos tópicos subidos de tono que no voy a reproducir aquí. El peor desacuerdo es con mi padre, cazador deportivo desde siempre. Cuando era muy chica, cada vez que él emprendía un viaje de caza yo levantaba fiebre; hoy en día bromea con que va a hacer socio a Ramiro del Tiro Federal, algo que aparentemente le resulta muy gracioso; a mí no. Mi marido, por su parte, es una persona sumamente pacífica, aunque creo que considera mi postura un tanto radical.

Un día, Ramiro se obsesionó con un supuesto pez de juguete que había visto en una vidriera. Le dije que a la tarde iríamos a comprarlo, pero mi sorpresa fue mayúscula cuando constaté que el presunto Nemo era... una pistola de agua. Toda mi batalla antibélica de años desfiló ante mis ojos en un segundo: ¿En qué categoría entra una pistola de agua? ¿Puede ser considerada una arma? De acuerdo, es virtualmente imposible herir a alguien con el líquido expulsado por una pistolita de plástico made in Taiwán, pero para mí había implícito un acto de violencia velada. Escribo esto y yo misma me doy cuenta de la exageración, pero consideren que la cuestión me tomó desprevenida; yo fui a comprar un pez y salí de la juguetería con mi hijo empuñando algo muy parecido a un arma.

Le dije a Ramiro que la usaríamos en la bañera, y que además lo iba a mandar a un curso de alguna asociación sin fines de lucro sobre el peligro de las armas de fuego. No pareciendo haber entendido mucho la idea, Ramiro salió a la vereda como propulsado a chorro y comenzó a apuntar directamente a la frente de toda persona que nos cruzamos. Algunos lo miraban con una mezcla de desconcierto y simpatía, otros le devolvían la gentileza jugando a que le disparaban con la mano. Yo sentía que en cualquier momento me desmayaba.

Por razones que desconozco y que el doctor Gustavo atribuye a esas cosas "que los chicos traen de la cuna", Ramiro adora las armas, en todas sus formas y a pesar del estricto embargo que pesa sobre ellas en casa.

Hace un tiempo fuimos a visitar a unos amigos que tienen un nene un año mayor que Ramiro, aunque de tamaño equivalente. Justo habían venido los Reyes Magos, que le habían traído a mi hijo un póster de Lassie y a su amiguito una espada de los Power Rangers. Ramiro quedó alucinado con la espada, lo cual a los dos años resulta un verdadero problema. En un acto inusual el amiguito le prestó un rato su espada, la cual en medio minuto en poder de Ramiro quedó partida en dos. No se me ocurre una declaración de violencia más redundante que destruir un arma con las propias manos, y no precisamente para reemplazarla por una flor como los hippies.
En casa sólo está permitido empuñar cucharones de plástico y tirar rayos, que por mí pueden ser nucleares o cancerígenos, siempre y cuando no haya choques fuertes entre los utensilios que puedan provocar lesiones físicas. En este punto sé que todos a mi alrededor están esperando el momento en que Ramiro se apunte en el Ejército para largar la gran carcajada.

Cuando fue lo del pez-pistola le comenté a mi marido que estaba preocupada por que esa circunstancia en apariencia inocente pudiera derivar en un futuro de violencia armada. Por todo concepto lanzó un comentario que hasta hoy me desconcierta: "El Unabomber era el mejor de la clase".

Les ahorro el Google: el Unabomber es un señor que hace unas décadas era un eminente matemático de Harvard, al que un día se le chifló el bonete y se fue a vivir casi sin nada a una choza en una montaña solitaria, en donde escribió un largo manifiesto en el que proponía la destrucción de la sociedad moderna y la vuelta a la era preindustrial. Hoy está preso porque mandó algunas cartas-bomba que dejaron muertos y heridos, pero esa parte ya no es tan simpática así que no nos extenderemos.

Aunque no la entendí del todo, en cierto sentido la declaración de mi esposo es un alivio: si bien insiste en la idea de que Ramiro en el futuro conocerá la cárcel por dentro (ver columna anterior "La última palabra"), al menos ahora le augura un exitoso paso previo por el claustro universitario. Algo es algo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este tema me toca bastante de cerca, ya que yo tengo tu misma postura frente a las armas, y no me gusta, más bien detesto cuando los nenes juegan con armas de juguetes que se asemejan tanto a las reales que asusta. Pero a veces me pregunto: ¿no será peor tanta negación hacia este tema, no pasará como en el cuento de la bella durmiente, que la princesa por no conocer una aguja, cuando vio una, le dio tanta curiosidad que se pinchó con ella? Yo no sugiero que las armas se usen, ni mucho menos pero quizás habría que relajarse un poco, pero nunca, nunca dejar de hablar del tema, porque, lamentablemente las armas existen... (Que dificil...)
Muchas gracias por ayudarme a pensar y seguir reflexionando, siempre buscando "la perfección para nuestros hijos", que, a veces el mundo se empeña en tirarnos todo abajo. Besos

Adrián dijo...

Pis...digo...peace !!
Querida Gaby, comparto contigo la "no violencia", pero sobre todo, la "no arma de juguete para los niños".
A mi pequeño vástago, hoy de 15 años y que ya me ha sacado una cabeza de alto (algo no muy difícil, seguramente estarás agregando), NUNCA, pero NUNCA, le regalé un arma de juguete.
Ni en el cumple, ni en los Reyes Magos, ni Papá Noel, ni el Ratón Pérez (era medio delincuente), jamás.
Sí reconozco que una tía, parte materna, le regaló una bazooka para disparar agua que estaba buena, pero que no considero arma, siempre y cuando se cargue con agua y no con ácido.
Comparto con algún otro comentario de que a los chicos hay que hablarles de que estos artefactos estúpidos fueron inventados, siempre echándole la culpa a los chinos y su decubrimiento de la pólvora.
También comparto tu postura "anti bélica" para que crezca de una manera más racional.
Qué difícil ser padres hoy, y que fácil será ser abuelos mañana!. Beso. Adrian Tacc